Luz de Luna. [Libre]

[Leer: Por favor, si vas a responder una mediocridad de post (Porque no lidias con post tan largos) no participes en el tema.]



Se encontraba sentado en uno de los bancos que adornaban los zigzagueantes caminos del lugar, observando el cielo que se teñía ya oscuro. Desde su posición podía verse las diferentes bifurcaciones que podía uno tomar en ése cementerio, más sólo uno de los senderos estaba señalizado: El que conducía a los mausoleos de lo más adinarados ya caídos. Era tarde y el aroma a melancolía podía respirarse, podía incluso asfixiar empero, pese a la necesidad de huir de allí y abandonar su cometido, su mirada clara se alzó y de esa manera, miró el techo azul que le envolvía. Se veía majestuoso, interminable, haciendo que inevitablemente se contagiase de un sentimiento de eternidad que le tenía embriagado. No era un ser de la noche, pero amaba la misma con fervor.

Nubes de tonalidades violáceas surcaban el cielo cómo si se tratase de una mar tranquila. Se movían lenta y apaciguadoramente, bailando al son de alguna melodía lenta que a oídos humanos no podía escucharse, mas pese a ello seguía faltando un astro. Luna no estaba esa vez para bañar sus fracciones en lo armonioso de su luz. No le alumbraría tampoco el camino de vuelta a casa. Lo consideró un castigo al pasado y es que siempre que visitaba aquellas dos tumbas, su compañera de cuerpo redondo nunca se encontraba suspendida en el cielo, nunca le daba apoyo... Ruin mezquino debía considerarle esa de rayos tan puros. El viento sopló fuerte, viéndose incluso obligado a aguantarse el torrente de traviesos cabellos que se le iban directamente a la cara, dejándose estos llevar por la brisa que corría en dirección opuesta, la misma que tras desmoronar sus hebras oscuras pasó a jugar con la copa de los árboles, haciendo que las hojas cantasen al ritmo de la fricción impuesta. Así estuvo largo rato, disfrutando en silencio de lo que madre naturaleza podía otorgarle en medio de la infamia y corrupción.

Sobre unos muslos envueltos por el cuero de un estrecho y oscuro pantalón yacía en descanso un frondoso ramo de flores blancas cuyos pétalos eran sometidos a constantes caricias de los dígitos de quién las portaba. Blancas. Debían ser blancas igual que la inmaculada alma de aquel que ahora alimentaba a las lombrices. Blancas para representar su pureza. Blancas para recordarle... Siempre blancas. El perfume de las dichosas flores fluctuaba en el ambiente, envolviéndolo en dicha y paz. Una que retorcidamente él no deseaba.

Sombra entupida por un elegante abrigo que le cubría más allá de las rodillas ondeaba a todo movimiento que su dueño hacía, se enervó de su posición, sujetando de manera recelosa el ramo de flores. El mismo que ahora oprimía contra el pecho. Cuando logró quedar erguido avanzó sin ningún atisbo de prisa dónde sabía que debía dirigirse, adentrándose de nuevo en ése cementerio que se conocía ya de manera integra y completa. Aquel era un lugar extrañamente hermoso. El color verde del césped contrastaba con las blancas y cuidadas lápidas de la zona, mas ahora que todo era envuelto por el manto de la noche, a duras penas podían distinguirse las tumbas cómo sombras blanquecinas que tenían cierto deje tétrico y fantasmagórico que lejos de asustarle le parecía aún más atractivo. Las luces de las farolas suspendidas tintineaban, amenazando con fundir su luz, no obstante, el paso del de genes de gato no menguó ni aceleró, iba a su ritmo y con templanza.

Se detuvo por fin frente a un ostentoso mausoleo. Y no tubo que buscar, sabía dónde encontrar la inscripción del nombre del ser amado. Con ojos llenos de dulzura miró dónde debía, la inscripción de aquel ente muerto por un descuido. Se arrodilló cautelosamente, logrando que ante el cambio de estatura que el mentado abrigo que entupía su espalda y le proporcionaba calidez barriera el suelo arenoso que se encontraba bajo su persona. Despacio, como si el tiempo no le importase, colocó sobre el mármol las flores que con tanta devoción hubo llevado contra el torso y creyéndose solitario en aquel lugar, habló en voz calma. – Te hecho tanto de menos...

Con andar pausado y desinteresado se paseaba por entre las las tumbas de aquel precioso cementerio; si precioso, las formas de las lápidas y las pocas estatuas de marmol blanco que lo adornaban le daban un aire tan puro y melancolico que se le hacia adorable. Sus orbes azules y miraban con total claridad en la oscuridad delatando aquel aire demoniaco que se deleitaba en engañar y en el sufrimiento. Levanto su mirada por un momento notando como la oscuridad comenzaba a ser vigilada por pequeñas e indiferentes estrellas, que brillaban orgullosas y ajenas a todo lo que ocurria bajo su cielo... Aunque la lider de toda esa luz aun no hacia su triunfal aparición en aquella oscura y fría noche.

Regreso su mirada a lo que le rodeaba y retomó su camino, sintiendo el refrescante y delicado tacto del aire sobre su piel mientras mecia levemente su cabello. Aquel viento trajo consigo una escencia, no era humana lo sabia, pero tenia una dulzura que le atraia a ser corrompida. Cerro los ojos por un momento concentrando su mente en hallar aquella presencia, localizandola a metros de su posición delante de una tumba; junto con el aroma venia el suave olor de unas flores. Sonrió levemente con un aire perverso mientras comenzaba a deslizarse calmada y silenciosamentea traves de las lapidas hasta quedar solo a unos pocos pasos del recien llegado. Justo cuando la luna salia de su velo y se mostraba iluminando aquel lugar con su luz clara y plateada, dandole un aire sobrenatural al encuentro.

Su mirada recorrió la figura del joven con tranquilidad, explorando esa cabellera oscura y brillante, luego el resto de su cuerpo que se encontraba de espaldas inclinado sobre la tumba de, quien suponia, seria un ser querido. Estando más cerca percibia una mezcla de oscuridad y amor puro proveniente del chico, una combinación extraña que puede emanar de alguien que ha tenido una vida rebelde y llevada por sus deseos.

-No te parece algo tarde para visitar un cementerio chico... -Comento con voz calmada y tan suave que no perturbaba la tranquilidad del lugar sino que se mezclaba con ella.

[Espero que no te moleste ^^ ]

Felino como era y arduo como acostumbraba no tardó en dar con aquel extraño aroma que, cada vez más, estaba aproximándose a lo que desde hacía unos años se había tornado el sagrado territorio de sus progenitores. Unos a los que solía velar noche sí y noche también, no obstante ése aroma a desecho le hizo saber que no contaría con la presencia de un inocente humano: Se mostró calmo frente a la tumba y de hecho, prosiguió con su postura con tal de seguir rindiéndoles el culto merecido. El puente de la nariz se le arrugó de manera quizás demasiado infantil: Voz foránea acarició sus oídos de manera casi aterciopelada. Un tono de voz jocoso y tierno llegó a él junto a la brisa invernal de la ya caída noche apuntándole así que su momentánea soledad había finiquitado en su totalidad.

Sus rodillas se alzaron con suavidad de la lapita en la cual se hubo apoyado y con un aire de solemnidad terminó con la espalda recta, aún de espaldas al que contemplaba la escena: Paladeó de mejor manera el aroma adyacente, ése que era atraído por el mismo aire de la noche y pudo asegurar que éste traía consigo el olor a putrefacción. A muerte. Vampiro o demonio. Las posibilidades quedaron reducidas en su mente, pero cualquiera de ambas era peligrosa para su irrisoria condición: Minino de pequeñas proporciones. Para su suerte y para la desgracia de quién osase atacarle, una llama interior solía empujar a la pantera que llevaba dentro. Aspiró desde la nariz y con taimada pesadumbre expulsó el aire desde la boca, volteándose poco a poco para darse a mostrar a quién ya consideraba enemigo natural.

Sus orbes azulinas impactaron con unas de la misma tonalidad a la propia, aunque las suyas tenían la púpila dilatada como la de todo buen felino que se acostumbra a los andares en la oscuridad: En vertical, atento. Contuvo el deseo interno de dar a mostrar sus orejas gatunas con tal de tener mejor radio auditivo, creía no necesitarlo por ahora. – Podría decirle a usted lo mismo...- siseó, arrastrando cada vocablo con obvia objeción. No gustaba ser importunado cuando era a sus familiares a quienes visitaba. Viento volvió a alzarse para azotar las cabelleras de ambos, así como también a sus ropas. Copioso juego que la noche les tenía preparado.

-Hiedes como las piedras del lugar.- y con ello enseñó unos dientes más bien afilados, como si no pudiera estar evitando que su animal interno se diera a mostrar: Ése olor le molestaba, le calaba demasiado hondo.

Su ojos continuaron viendo con tranquilidad la imagen del chico, delineando cada movimiento que era realizado de manera delicada y natural, no llena de esa agotadora perfección que rodeaba a seres inmortales. Eso le produjo cierta satisfacción y agrado, notando ese perverso cosquilleo de desear destruir pero a la vez contemplar aquella hermosa naturaleza mortal que quizas no fuera tan efimera como la de un humano pero tampoco tan duradera e interminable como la suya.

El tiempo se deslizaba con lentitud mientras que el joven continuaba dandole la espalda, apesar de ya encontrarse erguido. No sentia verguenza de haberlo interrumpido en algo que suponia era importante para él, despues de todo era un demonio, un ser lleno de oscuridad y que sentia placer por cada minimo malestar que le ocasionaba a otros. Cuando el joven se giro con lentitud, su mirada se fijo en la del contrario, encontrandose con unos ojos tan azules e intensos como los suyos; aunque enmarcados por un instinto felino y cargado de fiereza. Ante las primeras palabras no pronuncio respuesta, solo mostró una pequeña e impertinente sonrisa que permanecio curvando sus labios de manera inocente ante la ultima frase que le fue dedicada con evidente malestar.

Respiro el aire nocturno de manera pausada dejando que la frescura inundara sus pulmones mientras lo miraba con la misma delicadeza. Dejando que su sonrisa diera paso a una expresión suave e incluso dulce.

- Eso no es muy cortez de tu parte... Aunque supongo que no puedo esperar cortesia de ti siendo que te he interrumpido en tu importante y cariñosa visita-Pronuncio con suavidad, fijando su mirada ahora en la tumba sobre la que el joven había depositado unas flores blancas, para despues volver a mirar al pelinegro.

-No es muy tarde para mi estar aquí, porque nunca me ha sido tarde para estar en cualquier otro sitio...-Sonrio inocente- Es como si pensaras que en algun momento es tarde para una sombra aparecer-Le explicó en un tono dulce, haciendo referencia a las primeras palabras del chico.

Luego guardo silencio nuevamente y sacó de su abrigo una caja de cigarrillos, retirando uno del paquete y dejandolo entre sus labios; volvió a guardar el paquete en el mismo bolsillo y extrajó esta vez un encendedor plateado el cual accionó mostrando una llama rojiza y calida con la que encendió el cigarrillo. Guardó el encendedor con la misma calma con la que realizaba todas sus acciones y luego de darle una calda al cigarrillo expulso el humo por la boca con suavidad, dejando salir un humo calido y nebuloso el cual contempló por un momento.

Ése que estaba frente a sí parecía ser la clase de personas que conseguían irritarle con un par de palabras a intercambiar. Como lo estaría un felino de tamaña proporción, permaneció vigilante, atento. De haber estado en su forma animal hubiese lucido arqueado y enseñándole los colmillos a modo de advertencia, ahora, como diestro humano que era, permanecía meramente con el puente de la nariz arrugado para evidenciar el desagrado de aquella presencia que tan siquiera había sido deseada por su persona. La velada con sus difuntos padres había sido corrompida por la presencia de un ser de la noche, uno con las agallas suficientes para aguantarle la mirada, una a la que se acostumbró demasiado rápido debido a la similitud compartida con las propias. Eran de un color azul cielo casi idéntico...: Casi. Gatunos los suyos. Perspicaces y llenos de malicia los otros.

Le permitió hablar sin hacer amago alguno de interrupción, él por lo mientras fue indagando en esa figura que parecía perderse en medio de la innegable oscuridad que en ése instante indagaba entre ambos como una aterciopelada capa que le impedía al uno saber del otro. Le gruñó sin miedo a sentir vergüenza cuando el ajeno movió las manos y las introdujo en sus ropas, más fiero gesto se relajó al ver lo sustraído. La llama del mechero lamió con recelo el habano que sostenían los labios del pelirrojo y por un momento el antojo a nicotina se instó en su cuerpo, pero no por ello se permitió caer en un mortal cuadro de ansiedad. Le observó plagado de calma y aquello volvió a sacar su personalidad agresiva, una que parecía ser, no controlaba en presencia de seres como aquel. Su olor le molestaba, su mirada le inquietaba, todo él lograba una reacción en su cuerpo. –Si te etiquetas como sombra intuyo que sirves a la misma. ¿Demonio?- los vampiros se servían a ellos mismos y eran seres mucho menos habladores, más calmos.

Dio un fortuito paso hacia atrás, manteniendo las distancias para contra aquel que no le inspiraba nada bueno. Una rama quebró bajo la suela de su importado calzado y ése sutil sonido le recordó dónde se encontraba. Miró de reojo el lugar dónde sus padres descansaban y así, rodó de nuevo su azulina mirada para impactarla en aquella otra.

-¿Qué quieres?- directo como solía se mantuvo inamovible, mirándole como si tuviese controlada la situación, haciendo pleno halago de altanería. El abrigo que tenía protegiéndole la espalda volvió a agitarse con una fortuita ráfaga de viento, llenando los oídos de ambos campestres con el sonido del aleteo de la tela agitarse a las ordenes de aquel fenómeno natural. El cuerpo del moreno se agazapó levemente, muy levemente.

Como un león a punto de saltar a la presa se preparó por si tenía que ir directo a la yugular de aquel hombre y es que poco le importaba el tener que asesinar a alguien con tácticas poco pudorosas. No era quizás su vida la que ansiaba proteger, allí estaba el lecho eterno de los que en vida le criaron y alzaron, por consiguiente, sería una brutal deshonra el terminar siendo sorprendido por las manos de aquel desconocido, cuyo aroma estaba entrándole tan profundo que dudaba deshacerse del mismo con facilidad.

El gruñido del chico hizo que volviera su vista hacia el con tranquilidad, pero luego vio que no emitió ningun otro sonido suavizando esa expresión tan puramente salvaje. Notaba la punzante aura de malestar proveniente de el joven y frunció levemente el ceño mientras fumaba, pero sin mostrar ningun otro cambio en su mirada y en sus facciones. Le molestaba un poco que perturbara su calma y su dedicada contemplación aquella noche, porque despues de todo el no era un demonio como otros, sentia una extraña fascinación por lo que el consideraba arte y belleza... Si esas dos palabras calaban en su inexistente alma con profundidad y le provocaban mucha emoción; el amaba la belleza.

Su mirada busco las orbes azules del contrario y percibió un leve y muy breve toque de ansiedad en ellas, supuso que se debia al percibir el adictivo aroma de la droga que ahora el consumia y expulsaba con descaro delante de el. Aunque aquello no duro mucho pues el chico retomó su descuidada agresividad, haciendoles solrtar un apenas notable suspiro... Si no mostraba más que aquella violenta faceta se aburria rapidamente... No, debia mantenerse paciente, esa era la clave que siempre desvelaba ante sus ojos la verdadera belleza de las expresiones mortales.

Escucho las palabras del joven, sonriendo un poco ante su rapidez mental y ampliando su sonrisa despues por el hecho de que el chico reparara en el entorno. Dejo caer el cigarrillo de sus labios y avanzó un paso pisando el tabaco que acababa de soltar, produciendo un leve sonido en el cesped con toda la intención.

-Bien, muy bien... Una reacción calmada, sutil y agresiva. Perfecta muestra de tu belleza y el dominio que te gusta imponer sobre las cosas para mantenerte por encima de todo.- Susurro como si relatara las notas de un recien descubierto poema. Avanzo con calma hasta el chico quedando un poco más cerca pero sin invadir su espacio.

- ¿Qué más mi pequeño minino oscuro? ¿Qué más hay en ti que puedas mostrarme bajo esta hermosa luna llena?-Pregunto dulcemente, sin dejar de mirarlo, recorriendo las facciones de su rostro y la silueta que enmarcaba su cuerpo en la oscuridad. Queria ver su actitud, su orgullo, su alma... Un alma que incitaba a ser contemplada, y no a algo tan burdo como ser devorada.

Su espacio personal fue invadido por aquel al que estaba comenzando a asquear de manera por demás notoria pero en vez de retroceder se mantuvo estático en su posición, como si de esa manera pudiese proteger lo que a sus espaldas quedó: Restos mortales de quienes fueron en su día los encargados de protegerle. Ahora los papeles habían invertido y era él quién tocaba sacar las garras por los suyos, aunque estos no llegasen a agradecérselo al estar ya bajo una capa de gruesa tierra. Sostuvo su mirada como si con aquello estuviese desafiando al ajeno a seguir aproximándose. Podía olerle ahora de un modo más intenso, su olor traspasó todo límite anteriormente degustado y se instó ahora también en su mente. Era el aroma del enemigo: No debía olvidarlo.

¿Le conocía? Esas palabras recitadas en verso consiguieron que los orbes del gato se abriesen sorprendidas: Había descrito su personalidad sin esfuerzo y con apenas cinco minutos de aquel fortuito encuentro. Le irritaba. Le molestaba que alguien le comprendiese, que alguien pudiera indagar más allá de su cuerpo y malos modos. Volvió a gruñirle con altanería como única respuesta.

Palabras volvieron a manar de los labios de ése que juró detestar aunque esta vez sus bochas no mostraron tanta ira como las anteriores provocaron en su persona. Prosiguió observándole, sabiendo a ciencia cierta cuan peligrosos podían ser los de aquella raza y poco a poco, su espalda se fue encorvando hacia delante: No era él ya quién dominaba a su cuerpo, éste parecía moverse por cuenta propia y como animal que era, únicamente conocía un método para protegerse si las cosas salían torcidas, aunque por ahora, la pasividad del demonio estaba envolviéndole a él también. Si más no, sus colmillos ya no eran mostrados pese a permanecer arqueado como muestra de eterna repulsión.

-Sería más rápido si me dijeses exactamente que es lo que quieres que te sea mostrado.- sentenció con los labios prietos, hablando casi tan siseante como podía escucharse el maullido de un gato bufado por las funestas atenciones de un amo que no deja de incordiar su alma libre y altanera. Ladeó a duras penas el rostro y es que la luna ahora estaba enfocando directamente a ése que tenía delante: Atractivo cuerpo inmortal que yacía tan pálido como bien podía ser un vampiro, pelo tan rojizo como la misma lava del destructor volcán y tan conservador como los de época. Personaje extraño el que tenía frente a sí.
Tan extraño como atrayente.

Su orbes tan solo por un segundo mostraron un brillo de oscura perversidad, mirando la tumba que esta a espaldas del chico, sintiendo con absoluta claridad su deseo de proteger esos, a su parecer, inservibles restos simples cadaveres putrefactos u esqueletos calcinados por el tiempo.. Si, una idea cruel le produjo un escalofrio de anticipado placer, haciendo que entrecerrara los ojos buscando mantener sus impulsos bajo control como hacia inusitadas veces... Por fin logro desviar su mente a las expresión de sorpresa del chico, notando como sus rasgos definian una clara expresión de incredulidad por sus palabras para luego mostrar un desagrado más punzante, relevante y sin duda delicioso. Saboreaba con calma aquel sentimiento tan profundo que le dirigia, el odio, la ira o la simple aversión.

Lo observo arquearse como buen felino y animal, listo para defenderse de un temor infundado e irreal que le mostraban sus instintos, tan mortales e imperfectos. Sonrio dulcemente con un aire reconfortante y tranquilizador ante sus palabras, mirandolo como si fuera un precioso pupilo y el un encantador maestro, dejando que esa voz tan dulce se grabara en su mente como si fuera una melodia de la naturaleza.

-No es apropiado que te diga lo que quiero ver, porque eso quita la naturalidad y manipula las cosas como simples marionetas... Cosa que odio en momentos así... -Pronuncio suavemente, con la misma expresión inocente que podia asimilar a la de un mortal pero a la vez le hacia lucir a un más eterno bajo la luz plateada y fría de la luna, que hacia de su prescencia inmortal una criatura intimidante e irresistible.

-Aunque sí te dire... Deseo oir tu nombre, dimelo por favor-Pidio con calma y una sonrisa cariñosa, como si no se hubieran conocido hace tan solo minutos.

La calma que disgregaba aquel de orbes claros era totalmente incompatible con su siempre alterable personalidad: El uno se veía a gusto con aquella situación, el otro mostraba tensión. No por los problemas que pudiera derivar aquel encuentro, lo más preocupante en aquella situación para su persona era el poder proteger las lápidas que tapiaban los restos de sus progenitores y fuera por la razón que fuese, no gustaba que ése pelirrojo merodease por la zona a su más absoluta voluntad. Tez pálida que brillaba de manera diferente ahora bajo la luna, culpa la tenían las bochas de éste que parecían irradiar diversión a pesar de hablarle como si se tratase de un muy dulce cantico para amansar fieras.

Pronunció la mueca descrita en sus labios pero por el contrario no avanzó hacia la posición de quién le hablaba con la serenidad y calma digna de interpretación teatral. Afiló una sonrisa tan ladina como mezquina cuando una proposición llegó a sus oídos. –Mi nombre...- pareció hablar conteniendo un rugido pero pese a ello no cesó en mirar el rostro ajeno como si estuviese perdonándole la vida. –Vocaliza primero el tuyo.- y dicho aquello caminó hacia el ajeno con tal de que retrocediese, pudiendo de esa manera alejarlo del lugar de manera disimulada. Lo arrastraría por el zigzagueante camino teñido en rosas carmesí y en caso de que la pelea se disgregase podría emplearse de mejor modo que si restaban en campo santo para sus padres.

No apartó la mirada de ése rostro inmortal mientras avanzaba en su dirección con sumo cuidado, como si estuviese midiendo las reacciones del foráneo y no las pertenecientes como debía ser.

Se mantuvo en un tranquilo silencio mientras contemplaba al contrario, dejandose llevar por los sentimientos que el otro exhibia tan vivazmente al tiempo que esperaba una respuesta de su parte. La sonrisa que formó aquel hermoso rostro de orbes tan similares, y a la vez tan diferentes a las suyas; le produjo cierta oleada de satisfacción. Le gustaba que mantuviera esa actitud de dominio sobre la situación a pesar de que el filo de la espada podria a travesarle en cualquier momento, lo miro entre divertido e inocente cuando, luego de hablar se acercaba hacia su persona intentando apartarlo de las tumbas con un gesto que pretendia ser disimulado... Adorable ingenuidad....

Sus pasos fueron delicados, suaves y silenciosos, evadiendo la posición del joven en movimiento se situo con la rapidez de una sombra junto a las lápidas de aquellos seres tan preciados para su acompañante; todo aquello en menos de un segundo gracias a su naturaleza demoniaca que le permitia realizar sus movimientos de una manera mucho más veloz e inaudible. Acarició la piedra blanca y pulida, rozandola apenas con sus dedos mientras veia las flores y la tumba con una expresión de fingida tristeza.

-Los cuidas mucho joven; me pregunto cuan importante fueron estos seres para ti... -Susurro con una voz apenas audible que apesar de su expresión, no reflejaba la misma tristeza sino solo dulzura. Levantó la mirada de las flores y se fijo en el rostro ajeno, formando una pequeña e inocente sonrisa, la cual ocultaba un aire malicioso.

- Mi nombre es Aaron Merrick... Ahora por favor, tu nombre joven- Pidió solicitamente pero sus ojos mostraron esta vez un brillo de peligrosa frialdad, como una disimulada advertencia a que no buscara jugar con su paciencia o lo lamentaria; mientras retiró nuevamente el encendedor de su abrigo y lo sostuvo con aire distraido; intentando que el chico dejara sus necios intentos de alejarlo de aquella pieza la cual ahora formaba parte de aquel juego que el había formado.

Sus ojos se abrieron de par en par, sorprendidos ante la rapidez corpórea que el otro tenía sobre sí, él como buen gato era tenía unos reflejos y agilidad superior a la de cualquier mundano, no obstante aquellos eran... Sobrenaturales. inmerso en otra situación hubiese estallado en risas tras esa exhibición, no obstante, no le hizo un ápice de gracia que aquel de cabellos rojizos se encontrase ahora sobre el lugar del que le pretendía alejar. Su espalda se crispó entera y fue capaz incluso de expulsar desde su comisura humana un bufido plenamente gatuno, alejándose bruscamente del león que había aparentado ser anteriormente. Apretó rotundamente la mandíbula en un intento nefasto por acallar todo sonido que pudiese llegar a manar de manera inconsciente, pero su mirada destiló más odio que antes. Sin duda, ése tipo no le gustaba.

Cuando la fantasmagórica mano del demonio se depositó sobre la piedra que procuraba pulir cada vez que podía la rabia le enajenó, y a los costados de su cuerpo sus manos se mantuvieron cerradas en un fuerte puño que amenazaba con impactar en la blanda piel de aquel cuerpo. Su cuerpo se inició en temblores breves pero jactables para cualquiera que mirase hacia su figura. No mentó nada en referencia a los que allí descansaban. Era sabedor que el único que conocía la verdadera muerte de uno de ellas no era otro que él mismo y no lo divulgaría ni con la más exquisita tortura.

No pareció mentirle en cuanto a su nombre se refería, aunque de todas maneras no le gustó en demasía que éste se lo comunicase: No quería, por un motivo u otro, intimar o compartir demasiadas palabras con ése que ahora le observaba con la misma frialdad que podía expresar un témpano de hielo. –Jayson.- sin detalles, sin adornos. Ése era su nombre, no había más que añadir. La alarma cruzó mínimamente sus fracciones cuando el foráneo volvió a mostrar el mechero que anteriormente utilizó para encender el habano que le había dejado con necesidad del mismo. Supo que el ajeno sería consciente de la repentina ansiedad que se cruzó en su aura, pero pese a ello siguió mostrándose impersonal cuando a su mirada se refería.

Sus nudillos se apretaron con mayor fervor, plenamente dispuesto a alzarse en batalla pese a llevar las de perder con aquel otro de mirada irrisoriamente símil a la perteneciente. La noche restaba ahora tranquila, siquiera el aire parecía dispuesto a inmiscuirse entre ambas criaturas: Ninguna era humana, empero una contaba con menos vida que la otra. Astro lunar les brindaba la poca visión que en esos instantes tenían, aunque de todas maneras, sus bochas gatunas le daban cierta ventaja en cuanto a la oscuridad se refería.

Percibió las reacciones del joven con una facilidad igual a que si hubieran sido gritadas al aire, aquel lugar ahora silencioso, tenso y carente de sonidos naturales le permitian estudiar como deseara a su acompañante, entreteniendose en la influencia que tenia sobre el en esos momentos. Le divertia que el mismo joven fuera capaz de entenderlo, en aquel momento le dejaba claro que era el quien tenia el control. Cuando escucho el nombre de aquel hermoso ser al que estaba llevando a su telaraña, sonrio con la misma dulzura de antes y todo rastro de advertencia en sus orbes se desvanecio dejando un brillo inocente y agradable, incluso calido.

Sabia que la prescencia del fuego cerca de aquel precioso recinto de descanzo para los cuerpos de mortales fallecidos, producia inquietud y tención en Jayson; por lo que en gesto de cortesia apago su llamativo encendedor y lo escondió dentro de su puño, alejandolo de cualquier cosa que pudiera incendiar y convertir en calidas cenizas. Luego se volvió en dirección al joven.

-Precioso nombre, Jayson... Y ahora que hemos realizado las presentaciones pertinentes, me gustaria que dejaras de estar tan serio.-Le dijo con voz suave, similando el delicado murmullo del viento que ya no soplaba, su mirada vagó por un momento en el cielo donde la luna yacia erguida orgullosa y brillante; le dedico una sonrisa suave a esa expectadora y luego regresó su atención al chico de cabellos negros.

-Esto es un simple juego, donde las piezas influyen en su "destino", por decirlo de algun modo, así que desde ahora te aconsejo que tus palabras y reacciones sean bien pensadas...-Hizo una breve pausa y sus ojos brillaron con maldad- O si no, este pequeño pedazo de tierra se verá reducido a cenizas... -Su expresión dulce regreso junto con una sonrisa.

-Me haz comprendido? -Dijo al final en un tono tan suave e inocente que podria pensarse que explicaba una clase a un amado estudiante.

Se relajó notablemente cuando el foráneo resguardó aquel pequeño encendedor y aunque éste no se apartase del todo de la escena y pereciese en su palma procuró mostrarse un tanto menos tenso, a fin de cuentas era evidente que alguien de la calaña de ése compañero suyo podía entrever las reacciones que por su cuerpo surcaban sin necesidad de mucho más que de olisquear el tranquilo ambiente que les envolvía. Cuando el foráneo alzó la vista al cielo aprovechó para medirse en el terreno: No estaba mojado y por consiguiente correr sería sencillo. Esa imagen surcó su mente pero se negó en redondo. No podría hacer aquello si tenía en cuenta todo lo que dejaría atrás: En garras de ése impresentable que, sin siquiera ser invitado, se atrevió a mezclar palaras consigo.

El foráneo mentó lo pertinente a su seriedad y por consiguiente su espalda se irguió orgullosa y altanera, dejando al foráneo admirar su gesto inamovible aún y bajo el astro que estaba otorgándoles la visión en el lugar. Un juego se proclamó en campo sagrado y sus ojos, primeramente sorprendidos no se apartaron de la trayectoria de los pasos de aquel que se había titulado su maestro en tan retorcido bucle de inconexas expresiones. –¿Pero qué mierda...?- el que gatito se mostró anteriormente volvió a sonar como el más fiero león de la sábana y sin planteárselo o medirse en acciones acortó los metros que en ése instante estaban separándoles. Dígitos alargados los pertenecientes intentaron abrir la palma de aquel ser con tal de quitarle el mentado mechero, pero su mente funcionó más tardía a su cuerpo.

Demonio. Seres del infierno. ¿Lidiaría también con el fuego? La vaga idea que tenía sobre estos fue motivo suficiente como para que le soltase por sus propios medios, viéndole expectante, pero no por ello asustado. No podía permitirse un solo fallo. Arremetió contra el cuerpo adyacente como un jugador de rugby y lo lanzó contra el suelo con su perteneciente figura sobre la que impactó de espaldas a ése suelo encubierto por una capa de tierra seca y hojas caídas. El viento volvió a soplar justo cuando ambos fueron enviados al suelo y por ése mismo motivo, su abrigo, ése que portaba en la espalda, se azotó violentamente, como en un extraño presagio de lo que allí podría acontecer.

Orejas y cola gatuna estaban ya a la vista de quién consideraba una amenaza para los suyos: Sus afelpadas extensiones yacían totalmente erguidas y su espalda estaba tan erizada como anteriormente, empero al estar ahora estirados era más evidente dicho gesto. Su boca se entreabrió amenazante, mostrando ya unos colmillos que si bien no estaban del todo desarrollados, serían capaz de desollar a quién gustase.

La reacción fue tan repentina como esperada, notó el sonido rabioso proveniente de Jayson carecia de belleza peroaun así era fascinante. Su calma no fue perturbada al verle cruzar la distancia entre sus cuerpos y una mezquina sonrisa floreció en sus labios de manera abierta, viendo los breves y vanos intentos del joven en arrebatarle el encendedor, que representaba para el un simple capricho y de ser arrebatadono mermaria sus fuerzas de manera alguna. Luego lo observó alejarse tal vez por alguna idea reciensurgida, tan solo por un breve espacio de tiempo antes de que le empujara contra la fría tierra, haciendole caer como quien se choca contra una estatua de piedra.

El impacto contra el suelo le dieron una terribles ganas de reir mientras contemplaba la nueva apariencia de su acompañante, de verdad que era la viva imagen de un gran y oscuro felino listo para acabar con quien le presionaba en su territorio sin sentir el más minimo remordimiento. Una divertida y maliciosa carcajada salio de sus labios mientras que sus orbes se llenaban de un brillo sutil y perverso. Sus manos yacian a cada lado de su cuerpo, y justo la que sostenia el encendedor apuntaba hacia las tumbas... Tan solo necesito un simple y eficaz movimiento de su mano para accionar el pequeño aparato, y luego desplego su poder haciendo que el fuego se extendiera implacable por la tierra comenzando a cubrir las tumbas con una maravillosa rapidez que le hizo volver a reir.

-Ahora, ¿Qué haras pequeño minino oscuro? -Pregunto con un tono lleno de burla, sin inmutarse por la apariencia mortal de los colmillos que exhibia Jayson.

Las llamas abrazaban la tierra y las hojas secas como mero combustible dejandolo en negras cenizas, aquello era fuego maldito, impávido a los sentimientos y con el único proposito de quemar todo aquello que el demonio deseaba destruir... Las llamas no tardaron en quedar proximas a bellas y puras flores blancas; haciendole sonreir aun más... El era el único capaz de detener ese destino...

Tan enajenado se encontraba en amenazarle de ése modo que se olvidó que unas de las palmas de susodicho demonio portaba aún el encendedor, se bastaba con poder mirarle a los ojos, asegurándose con ello que éste comprendería que tenía el poder... O eso creyó. No pudo controlar lo que éste efectuó y para cuando miró hacia las tumbas, estas estaban ya bordeadas por un anaranjado fuego que se expandía como el aceite en el agua. El clima seco del lugar ayudó a que las llamas se instasen dónde el demonio quería. Dónde el gato no deseaba que tan siquiera estas soplasen. Lo vivido fue demasiado rápido como para que pudiera interactuar de un modo u otro. Se enervó vagamente de su posición, encontrándose aún sobre el cuerpo de aquel que se reía a carcajadas por su acción, vivió a cámara lenta el momento en el cual las flores que minutos atrás sus manos depositaron quedaron reducidas a cenizas tan oscuras como el alma de aquel que restaba bajo su estructura.

La voz del demonio se le antojó lejana a pesar de que la misma rozaba su oído ante la posición de ambos. Su mirada no podía apartarse de la escena, embebido por aquello a lo que las llamas se mantenían abrazando. Lápidas de piedra cedieron vagamente en su estructura, quebrándose como si se tratase de un vidrio ante una presión desconocida. Tensó las manos sobre los hombros del pelirrojo y el ardor se instó en sus bochas. El azul enclaustrado en sus pupilas se tornó vidrioso en un gauco de emociones imposibles de controlar. La única persona hasta ahora amada sería calcinada por las infames llamas de un demonio. Ardería. Mirada cubierta de dolor enfocó de manera dificultosa al que restaba bajo sí mismo pero ni una lágrima se deslizó por sus mejillas. Las retuvo como pudo y sin compartir más palabras con aquel hombre, se puso en pie.

Se quitó el abrigo y amplio como era lo extendió por encima de una sola de las tumbas: La que correspondía a su madre, cuando esta cubrió la zona comenzó a pisar el pasto con tal de aplacar el fuego que existía sobre la misma, consiguiéndolo en gran parte, pero ganándose quemaduras en la parte intermedia de los brazos, estos que yacían abrazados a la lápida con tal de que la misma no cayese. Mantenerla erguida era lo único que en ése instante le preocupó muy a pesar que la de su padre restaba ya sobre el suelo en pedazos de la frágil existencia del mismo. No, su padre no importaba... –Páralo de una puta vez!-

Fuerzas fallaron y su estructura dio contra el suelo de manera forzada. Sus rodillas se hincaron en el abrigo que hacía de un manto que también comenzaba a prenderse pero a pesar de ello sus brazos no soltaron aquello a lo que permanecía abrazado.

Miro las facciones del joven, notando como en sus ojos se reflejaba más de un sentimiento haciendole lucir tan vulnerable como encantador.... Volvio a reir... Era una risa de burla, satisfacción y perversidad ante aquel paisaje que llenaria de horror a cualquier alma mortal y que plagaba de dolor a su acompañante, haciendole saborear aquel sufrimiento casi como propio pero que en vez de dañarle le deleitaba profundamente, causandole placer. Cuando la mirada de Jayson se fijó en la suya le correspondio con una malicia salida de lo profundo de su corazón hata que se puso de pie dejandole alli tumbado sobre la tierra, con un aspecto tan tranquilo que casi parecia un día de campo para el.

Por unos segundos miró la silenciosa expectadora en lo alto del cielo, rodeada por toda su corte de indiferentes luces que eran tesigos del vil acto que acababa de cometer. Se incorporó con calma y lentitud, mientras comtemplaba los inutiles esfuerzos de salvar una de las tumbas, notando como las llamas lamian la piel de Jayson quemandola con furia al intentar interponerse en su tarea. Solto una ultima y discreta risita mientras colocaba un cigarrillo en sus labios y lo encendia, fumando de manera pausada sin perder detalle del triste expectaculo. El joven aferrado a la ultima lápda que se deshacia entre sus brazos mientras que la chaqueta perdia su papel de escudo y perecia lentamente. Las palabras del chico no le inmutaron y se acercó inclinandose para susurrarle algo al oido.

-Ha sido culpa tuya Jayson... Si hubieras aceptado jugar conmigo esto no habria pasado... -Y luego de eso arrojó el cigarrillo a las llamas mientras que con un movimiento de su mano comenzaban a aplacarse, desapareciendo lentamente y dejando en paz los restos de aquella, ahora casi inexistente tumba.

Se incorporó y comenzó a alejarse en silencio del lugar, sintiendo el olor del fuego impregnado en su ropa mientras que su rostro regresaba a su acostumbrada calma junto con una pequeña e inocente sonrisa. Ya no tenia interes en permanecer allí.

Culpa suya. Aquello había sido... Las palabras que acariciaron con tanta malicia su oído logró que el felino se arquease débilmente nuevamente con un resquicio tan molesto como compungido. ¿Su culpa? Piedra cedió al suave chasqueo de las llamas y antes de terminar tan chamuscado como aquellas que habían perecido totalmente, se apartó de la zona incendiada con el paso trémulo por la sensación de pérdida. Fueron sus rodillas las más afectadas en aquella visión. Tembló irrisoriamente y sin poder hacer más que mirar esa funesta escena. La tierra que con esmero había cuidado, las flores que había llevado... Todo quedó reducido a una ennegrecida sombra de las cenizas. Negra, como su consciencia. Negra como su verdadera personalidad. Una que salió a la luz con la acción del demonio.

No se detuvo a pensar que ahora sus orejas e incluso su cola gatuna estaban presentes. Tampoco que sus manos ya no lucían las uñas normales, si no unas afiladas extensiones, simplemente, se abalanzó traicioneramente sobre la espalda de aquel que ahora huía tras cometer un crimen de difícil perdón. Postró sus manos, ambas, sobre los hombros de quién había conseguido arrasar contra el suelo y sin andarse con templanzas o rodeos de ningún tipo, arañó una y otra vez la espalda foránea, como si estuviese asestándole puñaladas mortales a quién no merecía tan siquiera respirar del aire carbonizado que ahora les embriagaba. –Bastardo.- pese a la ira no llegó tan siquiera a alzar el timbre de su voz, no sonó desesperado, tampoco dolido en ninguna de sus formas. Simplemente prosiguió maltratando la espalda de quién ahora carecía de camisa como si con ello consiguiese apaciguar el dolor interno.

Destrucción. Eso era lo único que en ése instante podría salvar su furia, más no era una destrucción normal: Era la de ése ser de la noche. Arrancarle la piel a jirones, hacerle sufrir en piel propia lo que ahora su corazón sufría. Intercambio equivalente era por norma lo que él solía ejecutar y esta vez, el castigo debería ser físico, doliente. Sus manos fueron oscureciéndose conforme seguía arañándole, tomando su felina forma, pero...: No era la forma más pequeña e inocente que podía mostrar la que estaba siendo intercambiada por su humanidad. Pantera surgía de su fuero interno como respuesta a la rabia acumulada contra ése que proseguía bajo sí.

Notó con claridad el aire ser atravesado por un cuerpo furioso, seguro sediento de venganza, pero trabajando igual que un felino calmado y frío al abalanzarse sobre su espalda desprotegida; apesar de haberse percatado del peligro sabia que era poco probable que lograra eludir el ataque de aquel joven en ese preciso instante.

Sintió la fuerza del felino impulsarlo contra el suelo y simplemente se dejó llevar por la gravedad, apoyando sus manos como soporte ante el golpe contra la tierra; no es que fuera a lastimarse realmente pero no le agradaba el tacto de las hojas y polvo en su rostro. Ladeó el rostro, mirando por sobre su hombro las filosas garras y la silueta de su atacante, aunque justo despues pudo percibir como las afiladas armas comenzaban a arañar una y otra vez su espalda; rasgando sin dificultad el abrigo y la camisa hasta llegar a su piel y clavarse freneticamente.

La pequeña frase pronunciado por Jayson en sí no representó nada, fue dicha con tanta normalidad que casi parecia como si hubiera pronunciado su nombre. Una risita escapó de sus labios, los sentimientos que representaba cada golpe sobre su espalda le producian un delicioso cosquilleo sumado al dolor; en un momento un jadeo de placer salió de su boca en lugar de cualquier quejido o grito de dolor. Ahora podia sentir como la sangre se deslizaba cálida desde sus heridas ya hechas y de las nuevas, haciendo que su cuerpo se estremeciera levemente. Estaba como sumido en un trance del que se obligó a despertar; si dejaba que la pantera termira de surgir sobre sus espaldas aquello podria ponerse más riesgoso para su integridad física.

Sus orbes tomaron nuevamente su brillo de perversidad, y el aura demoniaca desperto nuevamente. En una de sus manos surgió una pequeña esfera de fuego la cual dejó caer a las hojas secas, al instante se encendió un fuego que comenzó a extenderse alrededor de ellos guiado por las ordenes del demonio y se coló por encima de su espalda; como si las llamas buscaras aferrarse al cuerpo de Jayson y reducirlo a cenizas como habían hecho antes con las lápidas.

El fuego no lastimaba su piel pero si podia herir la del felino, y aunque no tenia intención de matarlo, si no se apartaba no dudaria ni un segundo en calcinar su cuerpo. Las llamas ya posicionadas sobre las patas del gato las apresaron como cuerdas mientras que el aprovechaba y se escabullia de su cuerpo, levantandose velozmente y retirandose del circulo de llamas que acababa de formar. La sangre continuaba saliendo de las multiples heridas en su espalda y no tenia pensado debilitarse en esa situación, por lo que debia irse pronto.