Scarlet Demon Mansión (Biblioteca)

En una calle cualquiera de Eternal Night existía una mansión de paredes escarlatas. Esta estaba protegida por una verja que presentaba indicios de oxidación y por un fastuoso jardín de rosas que se habían salido del terreno inicial que existía para ellas, el jardín mostraba una dejadez completa. En el interior existía la misma dejadez los suelos de los pasillos y habitaciones estaban repletas de polvo y la mayoría de los muebles estaban tapados por sábanas, que debieron ser blancas en su día y en la actualidad, estas tenían un color amarillento. Tras pasar varios corredores uno podía distinguir claramente una escalera que bajaba a las profundidades de la mansión. Tras bajarlas un gran portón de madera aparecía en la oscuridad iluminado por dos grandes candiles ingrávidos que flotaban alrededor del portón. Tras cruzar el portón, la oscuridad envuelve al visitante, un candil le sigue hasta una gran mesa de roble y mármol blanco iluminada por dorados candelabros, al final de la mesa, otra aún más grande y más alta acompañada de una silla de la misma altura, en ella, una pila de libros atinados unos sobre otros, y de tras de la pila, Sakuya Scarlet, el propietario de la Mansión. Sakuya invitaba a cualquiera a su biblioteca mientras devolvieran sus libros, si se los llevaban, estos volvían misteriosamente a casa siempre, algunos a veces desaparecían y nunca volvían.

Adso deseaba desconectar. Uno de los clientes le dio una sustancial propina, un buen fajo de billetes que le iban a evitar verse obligado a vender su cuerpo durante al menos un par de semanas; decidió por tanto dedicar tiempo para si mismo.

Se dirigía al bosque cuando una vivienda le llamó la atención. A simple vista parecía abandonada pero recordó que había oído hablar de ella a uno de sus clientes, al parecer albergaba una biblioteca de libre acceso en su interior. Adso no había tenido muchas ocasiones de dedicarse a la lectura pues estaba demasiado ocupado sobreviviendo pero sabía que esos lugares eran prácticamente santuarios donde el conocimiento y el silencio convivían en una perfecta armonía. Dejando la idea del bosque para otro día se decidió a entrar, recorrió los pasillos y bajó hasta el sótano donde los libros estaban almacenados en amplios estantes. En una mesa, la más grande de ellas, estaba sentado un muchacho, prácticamente un adolescente. Al parecer él era el dueño de todo el lugar.

Adso desvió la mirada hacia uno de los estantes donde había un tratado de ornitología que hablaba de aves nocturnas. Por instinto lo tomó y lo llevó hacia una de las mesas donde se sentó a leerlo, fascinado y en armonía con el silencio reinante tan sólo roto por el deslizar de las hojas.

Escuche los pasos de alguien resonar en las escaleras, si que disimuladamente me gire para ver quién era. No recibía muchas visitas ,así que era extraño que alguien viniese. De las escaleras salió un chico con aparencia de adolescente. Tenia su rostro demacrado por un motivo desconocido y en sus ojos se notaba que este había visto demasiadas cosas malas. Cerre las tapas de mi libro y lo coloque en la pequeña montaña que había estado leyendo toda la tarde. Chasquee mis dedos y la montaña de libros se elevo y disperso por las estanterías en busca de sus correspondientes lugares. De la oscuridad de la biblioteca salió un juego de te y un plato con diversos dulces, estos se colocaron delante de mi. La tetera se volcó a un lado derramando un oscuro liquido en la taza, esta se coloco en un platillo y se coloco delante de mi. Otra taza fue llenada siguiendo el mismo proceso, sin embargo esta se coloco delante de Adso.

Levantó la vista al escuchar un sonido extraño y vio la taza de té humeante, la acercó hacia sí y olió el aroma, desconfiando de su anfitrión. No obstante Adso no detectó nada extraño y decidió beber un pequeño sorbo. Un sabor ligeramente amargo aunque delicioso recorrió su boca y el calor reconfortó su cuerpo.

Miró de nuevo al muchacho, hasta ahora no lo había detectado pero esta vez lo veia claro, era un demonio, pero eso no le suponía ningún problema.

- Gracias, fuera hace bastante frío - susurró aún con recelo pues era un desconocido.

Vi como el adolescente olía un poco el té y se lo bebía. Ahora conocia un poco de su estilo de vida gracias a la acción que había hecho al oler el té. Desconfianza. Al parecer mi joven visitante veía en las personas un sentimiento amenazador.
- No hay de que. Ademas no te preocupes no lleva veneno solo es te rojo.