MANSION DE KALIX

Buscaba entretenimiento esa noche, pero sin conseguirlo... al menos por los alrededores. Quienes no lograban entretenerlo, habían muerto. Como el viejo dueño de esa lujosa mansión, cuyas luces ahora estaban encendidas. Eso picó su curiosidad y le hizo aparecer justo en medio de la sala de recibimiento.
Miró a su alrededor.
Las cosas apenas habían cambiado, pero sin duda ya no pertenecían a aquél hombre que se habia vuelto interesante por un sólo minuto: el minuto en que se desangraba en el piso boqueando aire como desesperado.
Volteó hacia el final las escaleras sintiendo una presencia en el piso superior.
—Me encanta recibir a los nuevos vecinos y mostrarles nuestra hospitalidad— dijo para sí riendo con los labios apretados mientras su mano se deslizaba lento por el barandal y sus pasos sonaban huecos en las escaleras.

Se concentró en el flujo de energía del lugar, haciendo que las luces parpadeen jugando un poco con la manera en que se veía la mansión en penumbras. ¿Qué le parecería eso al nuevo dueño? ¿Estaría acostumbrado a vivir solo, a no tener miedo?
Decidió que lo mejor era no avisar de su presencia.
Terminó de subir las escaleras silbando entre los dientes algo parecido a I'm Coming Virginia, aunque planteando la inevitable It don't mean a thing hasta llegar a su puerta y sin tocar, ni tocar el pomo, atravesó la puerta, donde vio al sujeto dentro de la tina, a punto de quedarse dormido. Un vampiro... atractivo, como la mayoría de los vampiros. O si no porqué otra cosa se les podía dar la inmortalidad. Eran igual de inútiles que los humanos. Lo único interesante era, que algunos tenían delirios de grandeza.
Ladeó la cabeza contemplando el cuadro y sonrió de lado.
Había sido lo correcto no avisar de su presencia...
Lo que pudo haber sentido el sujeto, fue que el agua apretaba con más fuerza y se hacía un poco más cálida, hasta volverse como la temperatura de la piel humana.
Ahora el demonio se había metido a la tina y lo tenía asído por detrás, sintiendo la piel cálida y desnuda del vampiro, su espalda sobre su pecho.
Le echó a un lado los cabellos.
¿Pensaría que aquello era un sueño?
—Kalix...— susurró en su oído tras leer su mente.

Hablaba dormido. Aquello era realmente entretenido.
Pensó un par de segundos antes de contestar.

—Soy...lo que Ustedes llaman... un ángel— dijo con voz grave pero suave, y rió bajo sin poder evitarlo. Pasó los dedos por su pecho para acomodar mejor su cuerpo en la forma del suyo, haciendo que el borde del agua se derramara por el piso.
—Soy la acumulación de todos tus deseos... Kalix... ¿Puedes sentirlo?— susurró en su oído siguiendo el camino de su cuerpo, las formas de su abdomen, jugueteó en el ombligo y bajó hasta su entrepierna, la palpó en su mano y comenzó a tirar suavemente de ella mientras lamía su oreja.

Era muy sensible... demasiado sensible, tanto que incluso en sueños se estremecía. Lo tuvo así un rato, no podía ordenarle nada porque no tenía voluntad que pudiera doblegar, pero cuando despertó, las cosas cambiaron.

—Digamos que lo fui, no lo soy muy seguido últimamente...— le dijo con expresión inocente e irónica poniéndose de pie mientras lo miraba fijo y amenazador y los hilillos cristalinos fluìan por las rocas de su cuerpo. —Simplemente entré, tu seguridad no es la mejor que existe— dijo antes de atraparlo bruscamente contra la pared, aplastándolo con el peso y la fuerza de su cuerpo agarrando las manos de él sobre su cabeza y le guiñó un ojo.

Apretaba sus manos juntas, sintiendo su cuerpo forcejear debajo del suyo, lo que provocaba un roce delicioso de su piel húmeda y desnuda.

—Mmm... por ejemplo....— su rodilla abrió las piernas del otro, quedando debajo de sus testículos y ladeó la cabeza como si pensara —alguien podría quitarte lo más valioso que posees. No sabes qué clase de gente hay en éste pueblo— explicó alzando las cejas, completamente serio y entonces soltó una risa —eres un ingenuo. Pero en una cosa te equivocas— miró sus pupilas, la única notra negra en aquél mar violeta —...los ángeles sí existen, sólo que estan muy, muy lejos de todo ésto— dijo al soltar una de sus manos del agarre y deslizarla desde su espalda, acariciando sus nalgas tersas.