No estoy perdido, sólo desorientado... [Privado=Aiko]

Perfecto, el mercado era grande, ruidoso y con mucha gente caminaba medio embobada de un lugar para otro. Al principio se negó a entrar, no soportaba caminar con tanta gente desconocida y tenía el presentimiento de que se perdería por ahí.

Tenía que comprar una medicina, la cual sólo se vendía en una pequeña farmacia de ese mercado tan ruidoso y cotizado. La necesitaba con urgencia, pues un paciente suyo dependía de ella y debía llevársela la próxima semana. Suspiró abatido y finalmente se internó en aquella "jungla".

Tras callejear durante unos minutos, se percató que había perdido el norte y que estaba un poco... desorientado. ¿Y ahora qué?, era demasiado orgulloso para preguntar a alguien, pero igual tenía que dejar a un lado sus prejuicios y pedir una ayudita... Miró a su alrededor, buscando quién podría indicarle el camino.

Estaba buscano algún idiota que le diera de comer, estaba en la puerta de una pasteleria en su forma licana, esta vez con el pelaje blanco, y su diminuto tamaño encantaba a cualquiera, solo hacia falta una mirada penosa y caian rendidos a sus pies diciendo cosas como "hay... pobre perrito... seguro que no tiene familia..." aunque eso último le molestaba... Simplemente vió al licano pasar mas de una vez por delante de él y eso hizo que le pasara algo por la cabeza... " Seguro que esta perdido... idiota..." en esos momentos le salió una gota en la cabeza y camino hacia él poniendose en medio de sus pies y haciendo que tropezara para despues hacerse la victima, todas las personas le decian " Ten mas cuidado y mira por donde pisas... pobre cachorrito..." esos comentaros le hacian de reir, pero podia aguantarse y continuar haciendose la victima.

Sus ojos se fijaron en una de esas personas; un repartidor de prensa con cara de aburrido. Le compraría le periódico y aprovecharía la excusa para preguntar. Caminó hacia él, esquivando las manadas de personas ruidosas que cruzaban la calle en ese momento y entonces tropezó con algo.

Trastabilló, pero consiguió recuperar el equilibrio y no caer. No le hizo falta mirara para comprobar qué había sido con lo que había tropezado, pues rápidamente todas esas personas desconocidas comenzaron a lanzarle improperios. Frunció el ceño y avanzó hacia el cachorro, agarrándole del pellejo del cuello y alzándole hasta mirarle a los ojos.

-Estúpido chucho... no creas que te saldrás con la tuya así porque sí.- dijo amenazante, ignorando el abucheo de los que pasaban. Cómo intuía, muchos hablaban, pero nadie se molestaría en ayudar.