Eternal Night
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¿Quién fue la víctima de quién?

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¿Quién fue la víctima de quién? Empty ¿Quién fue la víctima de quién?

Mensaje por Etienne Dom Jun 06, 2010 7:48 pm

André empezó a tirar con fuerza el peine que alisaba su cabellera húmeda, negruzca y arremolinada, su reflejo se mofaba de su desesperación y mal humor.

Había sido abandonado, dejado atrás como un harapo sucio en el cuarto del hotel, enredado entre las sábanas desarregladas, luego de una candente y arrebatadora noche de copas y sexo. Acostumbraba alquilar hombres sin nombres, el sólo hecho de tener un cuerpo bajo el suyo, frotándose y siendo poseído por el suyo ya era parte de su habitual rutina…sin embargo, aquella noche había sido más que un ligue, aquel niño de grandes y volubles ojos verdes, su único amigo y compañero que sabía más de su vida de lo que él comprendía, le había seducido limpiamente, sin artificios baratos y coqueteos de burdel.

Le había fascinado aquellas manos inexpertas y masculinas sobre sus propias caderas, emanando calor lo cual eran estímulos en sus terminaciones nerviosas como descargas eléctricas. Moviéndose suavemente al compás de la música, susurrándole al oído cuanto le gustaba, confesando sus sentimientos haciendo intervalos para dejar una serie de besos en la piel morocha del cuello de André, deleitándose con los suspiros y temblores de este.

Esteban, el más pequeño, elevó el rostro ligeramente, acariciando a piel húmeda por el rastro de sus labios con la punta de su respingada nariz, olfateando el olor característico del moreno, mezclado con los aromas que se habían adherido a su piel: nicotina, perfume y colonia, licor, el propio y otros de los cuales no conocía…pero suponía sin necesidad de grandes análisis de donde podrían provenir.

“Me encargaré de borrar de tu piel rastro de ellos…”

Aseguró, soltando una mano de su agarre, rozando sin querer la entrepierna del morocho, el cual hizo que el mayor mordiera sus labios, soltando un jadeo pesado y largo por la osada acción del menor, lamiéndolos, incitando a que prosiga, sin embargo el castaño dejó el bulto que empezaba a crecer deseoso de un contacto más directo para luego desplazarlo hasta llegar a su pecho, donde allí esos largos dedos empezaron a desabotonar la camisa, dejándola entreabierta y fuera de aquellos pantalones ejecutivos. Esas mismas falanges rozaron casual la piel expuesta, dejándolas a altura de su corazón.

“Te quiero André…me gustas…desde hace mucho”

Afirmó una vez más, juntando sus labios con los ajenos, en una caricia que iba en aumento de intensidad hasta arrebatarles el aliento, olvidando el espacio y tiempo. Sus orbes que habían permanecido cerradas por ese lapso, se abrieron mostrando el brillo abrasador que le cubría como aquella segunda vez que había coincido con ellos por error...


Después de una ajetreada noche de trabajo extrauniversitario, los colores, plumones, libros y reglas estaban regados en el piso, sirviéndole de almohada sus brazos babeando tales instrumentos utilizados para decorar los papelotes que utilizarían como material didáctico para su exposición.

André estaba desparramado, con la camisa afuera y los vaqueros a media nalga, moda que había adoptado como los demás, dejándose influenciar por aquel grito de la moda reggaetonera. Se encontraba más que agotado, con los cabellos revueltos, ocultando su rostro, balbuceando entre sueños el trabajo realizado.

“La albúmina lo deja…llega al lugar de acción…los metabolitos…”


Esteban, había permanecido en su cuarto lejos de su primo y compañero, no se halló en curiosidad en conocer el nuevo extraño que pisaba su casa por trabajos de su hermano, es más le molestaba aquellas reuniones de grupo que se daban semanalmente, la bulla y cómo dejaban en desorden la sala le causaba tirria. Pero era tarde y su termo ahora no contenía café, aquel estimulante que le mantenía despierto y lúcido por horas. No había de otra, tenía que cruzar la sala para llegar a la cocina y volver a preparar su mágico tónico. Con la cafetera en mano, salió sigiloso del cuarto, dándose de lleno que todo el panorama se encontraba en oscuras, sonrió satisfecho y calmado, al parecer el nuevo se había ya retirado de casa, con confianza pasó hacia la cocina, preparando café más cargado y humeante que el que había preparado antes. Ya terminado, salió de la cocina, pensando en aquellos polinomios que le faltaba responder, olvidando el lugar y cualquier cosa que estuviese a su alrededor, caminado de regreso por costumbre, algo instintivo al vivir por años en un lugar, sin embargo trastabilló, derramando el líquido caliente y aromatizado, lagunando el parqué y aplastando aquel obstáculo con su cuerpo.

—¡Demonios! ¡Mi café! ¡Diablos!—

—¡Ouch! ¡Qué mierdas!… ¡Quema! ¡Párate Carlos!—

Su cuerpo se levantó de un bote, espantado, dejó caer el termo, haciéndose añicos por dentro y terminando de derramarse el líquido caliente y oscuro sobre el desconocido, quien chilló de dolor maldiciendo a diestra y siniestra, gritando por la quemadura, la cual en su piel dejaría huella por unos largos días…

El menor corrió desesperado, como quién lleva el diablo encima, como un rayo directo y veloz hacia su habitación, cerrando con un portazo, importándole poco si despertaba a media vecindad por el ruido ocasionado.

Moría de vergüenza, y no precisamente por tirarle el café, a pesar de lo oscuro del ambiente, dos ojos claros: “Como el whisky”, pensó, terminándolo por enrojecer, saltó a la cama, tomando una almohada, asfixiándose con ella. Estaban furiosos y no era para más, relucientes, bullendo y a él le habían gustado, tanto que deseaba volver y derramarle otra jarra de café…


André estaba más que furioso, ¡el muy maldito había escapado! Dolía, su piel no era tan blanca pero si lo suficiente para que se denotase lo rojiza y adolorida que se encontraba.

Carlos lo pagaría y el disfrutaría su dulce venganza…

Si bien, entre ellos no había secretos, no había nada que desconociese del uno y el otro. Habían compartido de todo, las notas, el plagio, el querido, el amante y el lecho. Menos algo, algo del lo cual no podía tocar, siquiera mirar desde lejos, “Esteban”.

El pequeñito y dulce Esteban, del cual una vez había cuidado en una oportunidad. Aún podía recordar aquel rostro regordete y sus palabras balbuceantes, el trasero suave, lechoso y talqueado, digno de un bebé aseado.

Se sentó de llenó, deshaciéndose de la camisa y tirándose de lleno al sofá, como si estuviese en su propia casa y no en la ajena. Fue tan poco tiempo que permaneció desparramado que se levanto de un brinco, con una extraña y divertida sonrisa, olvidando el incidente, que lo había puesto de un humor de perros.

Carlos no huiría…el no era así…Carlos se burlaría hasta cansarse al verlo funfuruñear…


Y qué el recordase, en casa no había nadie más que Carlos y el topo de Esteban…ya que los empleados sólo venían una vez por semana y sus padres una vez al mes, por su apretada agenda de viajes de negocios. Al menos eso le había contado, ya que le tenía por largos años, terminante mente prohibido mirar al pequeño.

No cabían dudas. Siguió su rastro, podía olerlo, era como aquellos animales salvajes que podían oler el miedo de sus víctimas desde quilómetros. Paró, al ver común halo de luz escapaba de una de las rendijas de la puerta.

Carlos cuidaba de sí mismo a un extremo enfermizo, el no conocía la palabra amanecerse…madrugar tal vez, pero amanecerse era blasfemo, salvo si lo que le quitaba el sueño era una buena dosis de placer. Otro punto para él.

Esteban…vería a la princesa luego de tiempo, y aquello le hizo rememorar uno de esos cuentos ñoños por los cuales las niñas suspiraban y soñaban con el anhelado príncipe azul, el cual protagonizaría.

Tocó la puerta, galante, para luego tirar de ella, aprovechando que esta no tenía seguro esta se abrió, a carta abierta, mostrando lo cuidada de la habitación y el alineamiento casi perfecto y enfermizo de las cosas, tanto que podía especular que tal precisión era hecho con regla y escala, al mínimo detalle.

Las pardees estaban decoradas con afiches de hombres de leyenda, y un pequeño comentario de ellos en las esquinas de las imágenes, sin duda eran de físicos, matemáticos, filósofos y uno que otro psicólogo, sin olvidar, en un pequeño apartado pero no por ello menos importante a Pavesse y Verlaine.

Y el techo, en miniatura el sistema solar. Maravillado, cerró la puerta, silencioso. Sonrió ladino, travieso, juguetón y encantado. La figura de alguien bajo las sábanas remarcaba sus formas, hecho bolita por el temor de ser gritado. Soltó una carcajada sincera y cristalina, al verle temblar como hoja desde la puerta. Sin más, carraspeó, caminado derecho, con las manos en los bolsillos delanteros, jugando con las llaves del auto.

—Esteeeban…mi pequeño bebé porque te escondes…—Canturreó, disfrutando de los nervios de su víctima y su estado de estupor, al empezar a salir de las sábanas con recelo.


Continuará....

N/A: Hi hi, a todos.

Bueno, me animé a dejar aquí lo nuevo que tengo en mente y compartirlo con ustedes, espero que sea de su agrado como yo al escribirlo :D
Está re chafo pero ahi va XD se cuidan y nos leemos debuevo en el capi dos ;D
Etienne
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